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Adaptabilidad: fitness para surfear la crisis

Por Carmina Sánchez / Marcelo Lasagna

La crisis sanitaria global ha generado un contexto de alta incertidumbre y volatilidad que está impactando profundamente en las organizaciones (públicas y privadas). De alguna manera u otra, todos hemos recurrido a una batería de respuestas para no ahogarnos en este escenario de crisis, en la mayoría de los casos, improvisadas. Al tiempo que nos estamos aferrando a un tablón para no hundirnos (construido con lo que habíamos aprendido), tenemos la imperiosa necesidad de empezar a diseñar las nuevas maneras de navegar después del naufragio. Para sortear el primer impacto, las empresas han recurrido a su acervo cultural (motivación, creatividad, esfuerzo, colaboración, etc.) y al acceso urgente a tecnologías que permitan la continuidad (teletrabajo, e-commerce, etc.).

Ante el desafío de la postcrisis, para los que tengan la fortuna de haber capeado el primer golpe, habrá una necesidad de reinvención que estará provocada por diferentes motores. Unos, tendrán que atender a un cliente o usuario con nuevas prioridades y preocupaciones (pensemos, por ejemplo, en cómo cambiará el turismo, la manufactura, las universidades o los restaurantes para evitar contagios). A otros, la crisis les habrá regalado aprendizajes derivados de nuevas formas de trabajar y organizarse a distancia (el confinamiento está poniendo de relieve muchas ineficiencias a las que no será deseable regresar). Algunos, tendrán que pensar en cómo seguir aportando a un cliente más empobrecido. Y, ojalá la mayoría, se planteará cómo instaurar nuevos paradigmas de producción y cadenas de valor más responsables con nuestro entorno y de diseñar estructuras organizacionales más resilientes ante la imprevisibilidad y el cambio.

Antes de la pandemia, la mayoría de las organizaciones ya llevaban tiempo ensayando e integrando dinámicas de agilidad y de innovación en sus culturas organizacionales, lidiando con altos niveles de incertidumbre. Pero esta crisis nos ha llevado a una situación extrema donde requerimos de altas dosis de plasticidad organizacional. Se pone de relieve la necesidad de entender las organizaciones como comunidades capaces de aprender y de poner en valor ese conocimiento para poder seguir evolucionando. Las organizaciones que aprendan rápido y se adapten, serán las que tengan más posibilidades de sobrevivir y transformarse a lo largo del tiempo. Para ello, hay unos cuantos principios básicos que las organizaciones deben integrar en su ADN: tener conciencia de su identidad y fortalezas, entender que forman parte de un sistema y de unas cadenas de valor interdependientes, observar el entorno y capturar patrones nuevos, crear reglas simples de funcionamiento que favorezcan la autonomía, dar espacios para experimentar la posibilidad y actuar con responsabilidad.

Las organizaciones y el mundo son cada vez más complejos, las lógicas de planificación donde se presuponía que el futuro era una extensión del pasado, se quedan cortas. En organizaciones y sistemas complejos, hay tantas dimensiones y variables en juego, que la lógica de identificar ‘el problema’ para resolverlo será insuficiente. La esencia de la capacidad adaptativa no es tener una respuesta predeterminada para cada eventualidad, sino que descansa en la capacidad de generar nuevas propuestas adecuadas al contexto de los nuevos desafíos. La adaptación es una conducta inteligente de las organizaciones ante la variabilidad del entorno.

El enfoque adaptativo funciona allí donde la planificación lineal no llega, cuando no sabemos exactamente qué hacer. Nos es útil para afrontar desafíos inciertos, aquellos que no sabemos cómo resolver. Debemos aceptar con humildad que la incertidumbre no se puede controlar, a lo más, navegar.

Marcelo Lasagna y Carmina Sánchez. Socios directores de Leadtochange Chile

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